Por siempre Argentinas

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miércoles, 5 de octubre de 2011

Bajen a Roca, alcen a Néstor ,Por Luis Alberto Romero

Bajen a Roca, alcen a Néstor
Por Luis Alberto Romero Para LA NACION

La inauguración del gran mausoleo de Néstor Kirchner en Río Gallegos y la instauración de su estatua , que probablemente desplace a la del general Roca, están cargadas de simbolismos y rituales todavía confusos. Una mirada al pasado quizás aclare algunas de sus múltiples significaciones.
Un caso con alguna afinidad fue la creación del culto al emperador en el momento de la fundación del Imperio Romano. Por entonces, Augusto levantó una estatua al divino Julio César, su padre político, asesinado poco antes. Desde entonces, cada emperador muerto fue divinizado para así transmitir el carisma a su sucesor. Y su estatua, reproducida en cada gran ciudad, se convirtió en el centro del nuevo culto imperial, entre religioso y político.
En la historia se han entrelazado la política y la religión, las personas y las instituciones, el Estado y el culto. Luis XIV, por ejemplo, aunque era monarca por derecho divino, desplegó una intensa actividad muy terrenal para construir su imagen: retratos distribuidos masivamente, cuadros alegóricos, arcos de triunfo y, por supuesto, estatuas, además de panegíricos, tratados filosóficos u obras teatrales. Todo dirigido por el ministro Colbert, de una eficacia digna de Goebbels.
Posteriormente, la política democrática, aunque fundada en el pueblo y en la nación, siguió apelando a toda la panoplia de recursos religiosos: relatos míticos de orígenes y destinos nacionales, rituales públicos, lugares de culto, emblemas, monumentos y estatuas. En Francia, la República se simbolizó en la estatua de Marianne; en Alemania, las "columnas Bismarck" representaron al Reich imperial. En el siglo XX vinieron los movimientos de masa, y con ellos los líderes carismáticos, que cultivaron otra faceta de raigambre religiosa: el mesianismo. Con el fascismo y el nazismo, el Estado y el Movimiento, los líderes desplegaron ampliamente estas formas del culto a la personalidad. En la Unión Soviética, que prodigó las estatuas de Stalin, se le agregó la veneración del cadáver de Lenin en la Plaza Roja; como el emperador romano, simbolizaba la permanencia de los principios fundadores, transmitidos a sus sucesores.
La Argentina tuvo su modesto culto republicano. En 1811 se levantó la Pirámide de Mayo, pero sólo en 1862 se erigió la primera estatua a una persona: el general San Martín, en quien se reconocía no sólo su obra política y militar sino también su alejamiento de las facciones locales. En 1873 se levantó la estatua de Manuel Belgrano, quien luego de servir diez años al gobierno revolucionario perdió su fortuna y murió pobre de solemnidad. Indudablemente, eran otros tiempos, con otros valores.
En el siglo XX llegó a estas tierras el culto a la personalidad. Comenzó con Yrigoyen, con recursos modestos, y tuvo su apogeo con Perón y Eva Perón. La fábrica del Estado funcionó como la de Luis XIV: retratos y escuditos; nombres en provincias, ciudades, barrios, calles, plazas y estadios de fútbol, sumado a todo lo que aportaban los modernos medios de comunicación. En el imaginario popular fue instalándose una cierta relación con el trasmundo, cuando la liturgia peronista subrayó los dones sobrenaturales de Evita. Su cuerpo embalsamado debía fundar un culto y consagrar la transferencia de su carisma al presidente viudo.
Algo de todo eso se insinúa hoy, con la presidenta viuda. Calles, barrios, campeonatos y becas reciben el nombre de Néstor Kirchner . Son muchas las prácticas, interpelaciones, apelaciones y representaciones que esbozan la colocación de Kirchner en una esfera sobrenatural, más pagana que cristiana, desde donde motiva a sus seguidores y legitima e inspira a Cristina. Una operación similar a la que Augusto hizo con Julio César.
El relato mítico del kirchnerismo está en pleno proceso de construcción, y por ahora suma motivos que no siempre encajan. Esta suerte de beatificación de Kirchner se une ahora con la execración de Roca . La cuestión pasa de lo sobrenatural al combate por la apropiación del pasado. Su gobierno ya ha sido calificado como el mejor de los últimos cincuenta años, y solo se compara, por ahora, con el primero de Perón. En cuanto al resto, el relato del pasado se está armando con fragmentos diferentes. Aunque abreva en la versión revisionista, no hay mayores referencias a Rosas o a los caudillos, ni a grandes líneas históricas. Más bien se trata de eliminar competidores. Así ocurrió con Sarmiento, y luego con los hombres del Centenario. Los historiadores oficiales se esfuerzan en desmentir el supuesto progreso de aquella Argentina, contrastando sus modestos logros -admiten que quizás hubo crecimiento, pero sobre todo represión y poca distribución- con los espectaculares resultados del "modelo" actual.
Aquí empalma otro relato: el de los derechos humanos, una bandera asumida por el kirchnerismo como un logro propio y exclusivo. Desde esta perspectiva, nuestro reciente terrorismo de Estado empalma con el genocidio nazi, lo que suma toda una opinión progresista. Se trata, pues, de buscar genocidas en el pasado. Confluyen así dos discursos fuertes y movilizadores: el de la condena del genocidio, presente y pasado, y el de la nación kirchnerista, que se pone de pie dejando atrás un pasado de sombras y divisiones y construye unida un nuevo futuro. En el cruce de ambos discursos aparece el general Roca.
Roca suele ser presentado como el artífice del denostado "modelo del 80", lo cual es exagerado, pero ya le vale la tarjeta roja. Pero, además, Roca comandó la campaña de 1879, lo que lo convierte en el exterminador de los pueblos originarios, el genocida de su tiempo. Con la apelación a los pueblos originarios viene también el multiculturalismo, otra causa progresista. Todo suma. Se trata, ciertamente, de una manipulación grosera y efectista del pasado.
Es importante recuperar la perspectiva histórica, evitar los anacronismos y recordar uno de los principios básicos del oficio de historiador: los hombres y las instituciones deben ser comprendidas en el contexto de su época, sus prácticas y sus valores. No sólo ayuda a hacer buena historia, sino a tomar las lecciones correctas del pasado.
Roca fue un militar profesional que guerreó para construir el Estado nacional. Peleó en la Guerra del Paraguay, combatió a los poderes provinciales que cuestionaban la autoridad nacional, derrotó a los imperios aborígenes del Sur y definió las fronteras argentinas, ocupando un territorio que por entonces también pretendían los chilenos. No hay nada de excepcional en esta historia, similar a la de cualquier otro Estado nacional construido con los métodos que por entonces eran considerados normales. Los nacionalistas integrales, quienes consideran esencialmente "argentino" cada fragmento del territorio -no es mi caso-, deben admitir que Roca contribuyó a una soberanía que creen legítima. En cuanto a los pueblos originarios, ciertamente hoy no aprobaríamos la manera como los trató Roca, y la conducta del gobernador Insfrán nos parece detestable. Pero si se trata de leer el pasado desde el presente, deberíamos condenar también la manera en que, a lo largo de siglos, algunos "pueblos originarios" -por ejemplo, los aztecas o los incas- trataron a otros. Al menos, Roca no hacía sacrificios rituales con los prisioneros.
Sobre esta historia matizada se han elaborado sucesivos relatos míticos. Todavía recordamos el de la dictadura militar, cuando el centenario de la Conquista del Desierto. Era deplorable, faccioso, autoritario y mesiánico. Hoy es execrado, pero en nombre de otro relato igualmente mesiánico y faccioso, de enorme capacidad sincrética y mucho oportunismo.
La estatua, la casi beatificación, la elaboración de un relato mítico contradictorio, todo es parte de un proceso verdaderamente interesante para quien pueda examinarlo con la ecuanimidad y distancia del antropólogo o el historiador. Pero es difícil que puedan mirarlo así quienes tienen puesta su fe y sus convicciones en la República y quienes advierten, en este y en otros casos, de qué modo el faccionalismo va deviniendo en totalitarismo.

sábado, 9 de abril de 2011

" CRUCERO "ARA" GENERAL BELGRANO "












El por qué de un nombre:


Los profesores Guillermo Albarellos, Horacio Ianiro, Aquiles Linfante y los alumnos de la primera promoción de "Técnicos Navales": Aguirre Ernesto, Carrer Roberto, Choque Paredes, Firpo Rodolfo, Massida Gaspar, Moscarelli Gustavo, Rolón Jorge, Sevraín Leandro, Vega Darío, Choque Graciela y Escobar Liliana; impulsaron el nombre de "CRUCERO GENERAL BELGRANO"; para esta Escuela. En 1998 la comunidad escolar eligió, entre más de veinte nombres propuestos, cinco que fueron a una votación final y, por amplia mayoría, resultó elegido para nombre de nuestra Escuela el de: "CRUCERO GENERAL BELGRANO". A partir de ahí se generaron los trámites correspondientes ante la autoridades de educación de la Provincia, para su imposición. El 18 de noviembre de 1999, la Directora General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, Dra. Graciela Gianetasio firmó la Resolución Nº 11599 que acuerda el nombre elegido por alumnos y docentes de la Escuela de Educación Técnica Nº1 de Pinamar. Entre las consideraciones que fundamentan la Resolución, se lee: ..."Que el Crucero General Belgrano irradia para el espíritu de los adolescentes que transitan las aulas del Establecimiento Educativo, nobleza, entrega y honor para su trayectoria educativa..." Un crucero llamado "General Belgrano" ¿Qué es un crucero? Desde el punto de vista naval militar, se llama crucero a las naves de guerra que tienen un gran radio de acción, alta velocidad e importante armamento, aunque escaso blin- daje, para permitir velocidad y alcance. Si los cañones son de grueso calibre (diámetro interior del tubo) por ejemplo más de 200 mm.(8 pulgadas), se lo considera pesado, caso contrario será clasificado como liviano; tal el caso del Belgrano. Tienen variados cometidos: brindar protección a una escuadra naval, misiones especiales a larga distancia, bombardeo de costas para apoyar un desembarco anfibio, etc. ¿Cuándo y dónde "nació"?:

Su quilla fue colocada en un astillero de la localidad de Camden, New Jersey, en Estados Unidos el 15 de abril de 1935. En marzo de 1938 fue botado con el nombre de U.S.S."Phoenix" (Fénix), una ciudad del estado de Arizona. ¿Cuáles eran sus características y armamento?: Era un crucero liviano clase "Brooklin"(todos los barcos que son iguales, pertenecen a una misma clase y, la clase se la denomina con el nombre del primero de la serie). Tenía un largo máximo de 185 m., 18 m. de ancho máximo y un calado de 6,5 m. y a plena carga desplazaba 13.500 toneladas; en sus mejores épocas podía alcanzar una velocidad máxima de 32,5 nudos (60 Km. por hora) y, navegando a la mitad de su velocidad máxima podía recorrer 14.000 Km. sin reabastecerse, es decir que podía navegar desde Puerto Belgrano en Bahía Blanca -su apostadero habitual-, hasta Europa, sin escalas. El armamento principal estaba constituido por 15 cañones de 6 pulgadas de calibre (152 mm.) y 8 cañones de 127mm. y cañones y ametralladoras de menor calibre. Los cañones de 152 mm. podían enviar un proyectil de casi 50 kilogramos a 24 Km. de distancia, con mucha precisión. Una andanada (disparo de todos los cañones al mismo tiempo), de esa artillería principal, podía enviar a un blanco 750 kilos de explosivos al unísono. Pearl Harbor y la "Campaña del Pacífico": En 1940 fue destinado al puerto de Pearl Harbor, en las Islas Hawai, integrando la Flota del Pacífico. El 7 de diciembre de 1941, 183 aviones japoneses, con base en portaviones, atacaron a el grueso de la Fuerza del Pacífico de los Estados Unidos establecida en dicho puerto. En Pearl Harbor los japoneses hundieron 18 buques de guerra, incluyendo los ocho acorazados anclados en la bahía, averiaron otra importante cantidad de barcos y destruyeron infinidad de aviones de la marina y de la Fuerza Aérea norteamericana ocasionando 2400 muertos. El Phoenix y sus 1200 tripulantes resultaron ilesos, derribando varios aviones enemigos. Al otro día del ataque, Estados Unidos declaró la guerra al Imperio del Japón. El Phoenix participó de muchas acciones de guerra contra el Japón, algunas tan importantes como Guadalcanal, Leyte o las del estrecho de Surigao, en aguas de las Filipinas y del Pacífico. Para acrecentar aún más, su valor histórico, hay que recordar que el legendario General Douglas Mac Arthur ( quién comandó las acciones del Pacífico, presidió la ceremonia de rendición del Japón y luego fue gobernador militar del del país del Sol Naciente), presenció acciones anfibias desde el puente de mando de este crucero, resultando muy impresionado por los efectos de su artillería en las costas que debían tomar. En la batalla del Golfo de Leyte, junto con otros cruceros (entre ellos el que sería el A.R.A. 9 de Julio) hundieron el acorazado japones Fuso. Al finalizar la contienda, en 1945, era un veterano con varias condecoraciones y menciones. Bajo Bandera Argentina:

En 1951 la República Argentina adquiere dos cruceros clase "Brooklin"; uno de ellos es el U.S.S. Phoenix y el otro el U.S.S. Boise. El primero se llamará A.R.A. 17 de Octubre y el segundo A.R.A. 9 de Julio. El 12 de abril de 1951 se afirma el pabellón argentino en ambos. El 22 de septiembre de 1955 se cambia el nombre 17 de Octubre por el de General Belgrano. Durante 31 años, pasaron por sus cubiertas 10.000 marinos argentinos de ellos 3.000 fueron conscriptos. Quienes fueron destinados al Crucero, recuerdan la camaradería y la singular calidez de la vida a bordo, como resultado de una herencia espiritual de tradición, orgullo, honor y espíritu de servicio. En 1969 fue designado buque insignia de la Flota de Mar. Su escudo e indicativo:

En 1961 la Subsecretaría de Marina aprobó el escudo del crucero que contenía la mitológica Ave Fénix, que representaba la recuperación espiritual después de la lucha. En heráldica el blanco (plata) es símbolo de obediencia, firmeza, vigilancia y pureza. En campo de azur (azul) el celeste representa la lealtad, justicia y celo. La silueta del buque se recuesta sobre el sol, que representa la majestad, libertad y unidad. El Ave Fénix renaciendo del fuego representa el espíritu inquebrantable de quienes lo tripulan. El rojo (gules) es símbolo de atrevimiento y valor. "EX CÍNERE" (de las cenizas) expresión latina que significa el permanente resurgimiento. Una corona naval se ubica en la parte superior del escudo (cimera). En el mástil marinero de nuestra Escuela, junto a la bandera Argentina y a la de la Provincia de Buenos aires, ondean dos banderas de señales, del Código Internacional. Representan el indicativo o clave con el que se reconocía al crucero general Belgrano: C-4 ("Coy" cuatro). En el modernizado código la letra "A" se denomina Alfa, la "B" Bravo, la "D" Delta etc. y, la "C" se denomina "Charlie" pero, por tradición el crucero siempre fue "Coy 4". Se moderniza:

Si bien su casco ya era viejo, y la mayor parte de su potente artillería era la original, eso no impidió modernizar otros importantes equipos de la nave. En 1968 se le incorporaron dos rampas para el lanzamiento de misiles antiaéreos "Sea Cat" de 5.000 metros de alcance y se modificaron los sistemas de dirección de tiro. Los hangares fueron modificados para transportar helicópteros, de exploración, rescate y transporte. Posteriormente se modernizaron todos los sistemas electrónicos de navegación y tiro (radares etc.), y los sistemas de contramedidas electrónicas (para interferir los sistemas de localización y comunicaciones del enemigo). Nuevamente en Campaña:

Al estallar el conflicto de las Malvinas, el 2 de abril de 1982, el crucero General Belgrano fue alistado para el combate. No eran maniobras; el viejo guerrero afilaba nuevamente sus garras. Llegado el momento, integró el Grupo de Tareas 79.3, compuesto por el Crucero y, escoltado por los destructores A.R.A. Bouchard, A.R.A. Piedrabuena, El buque tanque Puerto rosales y el aviso A.R.A. Gurruchaga. Este grupo se dirigió al sur de las Islas Malvinas donde, se preparaba para ingresar en la zona de exclusión, impuesta por los británicos. El Grupo de Tareas 79.3, que lideraba el crucero General Belgrano, era el "brazo" sur de un movimiento de pinzas cuyos otros componentes comandados por el portaviones A.R.A. "25 de Mayo" se desplazaban al norte de las Malvinas. En las próximas horas, la Flota de Mar atacaría a la escuadra inglesa ubicada al Este del archipiélago. 16:01 horas del 2 de Mayo de 1982:

Los ingleses no estaban equivocados al atacar al veterano de tantas batallas, era viejo pero no indefenso... Su artillería era más potente que la de los enemigos y, uno sólo de sus proyectiles podía mandar a pique, a más de 20 Km. de distancia, a cualquiera de las modernas fragatas y destructores ingleses. A las 16:01 de una tarde gris y fría, en ese 2 de mayo de 1982, impactó el primero de los dos torpedos disparados por el submarino nuclear H.M.S. "Conqueror". En ese momento el Belgrano navegaba a 120 Km. al Este de la Isla de Tierra del fuego. 270 marinos de los 1.093 que lo tripulaban, murieron instantáneamente y 15 metros de proa desaparecieron en las aguas encrespadas. Varios minutos después del impacto de los torpedos, los hombres de "Control de Averias" certificaron que los daños eran irreparables. Entre chorros de vapor y de petróleo, en completa oscuridad, con linternas por toda ayuda, varios tripulantes perdieron la vida -en actos de extrema nobleza y abnegación-, buscando sobrevivientes entre las cubiertas que rápidamente se inundaban. A las 16:23 horas se dio la orden de "abandonen el barco", la orden más dramática en la vida de un marino. Setecientos sobrevivientes abandonaron ordenadamente el viejo crucero y fueron ocupando las balsas color naranja. A las 17 horas, en medio de vivas a la Patria y al Crucero, los emocionados sobrevivientes vieron lo que quedaba de la proa apuntar al cielo y deslizarse a más de 3.000 metros de profundidad. 270 héroes navegaban rumbo a la inmortalidad entre sus restos cargados de gloria e historia. Así, terminaba su larga existencia, este noble buque que cumplió con la consigna del Almirante Brown en 1826: "Es preferible irse a pique antes que rendir el pabellón", consigna inscripta sobre puente de mando del crucero. Fue coherente con su larga y gloriosa trayectoria; lamentablemente no podría regresar a los Estados Unidos, donde la Armada Norteamericana y los veteranos que habían servido en él, querían transformarlo en buque museo, debido a su poco frecuente historial. El último crucero que existía, de la clase Brooklin, "murió" en combate. El rescate y los héroes:

Para los sobrevivientes comenzaba otra odisea: a las 21 horas, cuatro horas después del hundimiento, el viento zarandeaba a las balsas soplando a más de 100 Km. por hora y levantando olas de más de 10 metros de altura. La temperatura había descendido a 10 grados centígrados bajo cero. En las balsas había heridos de gravedad y tripulantes muy quemados que no resistieron y, el frío hizo estragos en aquellas balsas con pocos hombres. Sólo Dios sabe la noche infernal que pasaron esos hombres, a merced de la furia desatada de la naturaleza, en el mar más difícil y peligroso del mundo. El excelente entrenamiento y la disciplina evitaron mayores pérdidas. Al atardecer del día 3 de mayo comenzó el rescate de las primeras balsas; una hazaña en medio de las condiciones meteorológicas imperante en Atlántico Sur. El recuento no dejaba dudas: una tercera parte de los tripulantes había muerto, exactamente 323 marinos murieron en el último combate del ya glorioso crucero General Belgrano; 105 eran conscriptos y dos cantineros civiles, que fueron voluntariamente en el último viajes del Crucero: los hemanos Ávila, Heriberto y Leopoldo. CONDECORACIONES: Los muertos y heridos graves recibieron las condecoraciones que la NACIÓN ARGENTINA acuerda para estos casos particulares y extremos. El Crucero ARA General Belgrano recibió la condecoración: HONOR AL VALOR EN COMBATE. Toda la dotación del Crucero recibió la condecoración: AL ESFUERZO Y LA ABNEGACIÓN y el distintivo de campaña: OPERACIONES ENMALVINAS. Glorificar a los héroes no se debe interpretar como la glorificación de la guerra -la mayor tragedia de una nación-, que se adueña del destino y de la vida de miles de personas, o millones, en algunos casos, sin posibilidad de elegir. Recordar a los héroes, que perdieron la vida en el conflicto del Atlántico Sur y, a los que fueron al combate y pelearon valientemente, es un deber cívico que practican todas las naciones civilizadas. Podemos , analizar, polemizar y cuestionar las causas de ésta y otras tantas guerras, pero los que fueron a ellas merecen un enorme respeto por su inmenso sacrificio; jamás el olvido. CRÉDITOS:

"1093 TRIPULANTES DEL ARA GENERAL BELGRANO" del capitán de navío Héctor E. Bonzo. Publicación Nº1 año X, de la Asociación Amigos del Crucero General Belgrano. Imágenes del crucero (salvo silueta, banderas del código y escudo),son reproducciones , de la publicación anterior. Imagen de la "home" de página de la EET Nº1, procede del cuadro pintado por el artista plástico J. J. Schawrz y donado por la Asociación Amigos del Crucero General Belgrano a la Escuela.